domingo, 30 de noviembre de 2014

Espérame, Juan

¡Buenas, elefantes! No he podido pasarme por aquí en dos semanas, pero sigo respirando. De momento, os dejo con Juan y Lucía, y muy pronto, con Carolina, que esta vez viene con sorpresa... (intriga en el aire). En cuanto esté lista, la subiré. De momento, quedaos con esta historia que va más allá de la muerte. ¡No os olvidéis de contarme vuestra opinión en los comentarios!

-¡Espérame, Juan!-gritó Lucía, levantando la vista de la pantalla. Él se paró y se volvió. Y entonces lo oyó.

Llevaba lloviendo toda la semana. Un aguacero constante que había dejado bien regadas las calles del pueblo, sus tejados y sus parques. Además hacía un frío horrible. Lucía llevaba casi dos días encerrada en casa hasta que Juan la había llamado. Para lo típico, dar una vuelta (corta, a juzgar por la lluvia), tomar un café y cenar y dormir juntos.

Y allí estaban, en la Avenida de Noruega, pasando por delante de la vieja cárcel de ladrillos. Él se había adelantado unos metros porque ella, absorta chateando con su primo, sin darse cuenta se estaba quedando atrás. Había bastante tráfico, sobre todo de camiones que iban al polígono industrial. De repente, el destino decidió que uno de aquellos tráileres de peso estratosférico no iba a llegar al polígono. Se oyó un derrape (el agua de la carretera y el frío habían hecho buenas migas y habían terminado formando una finísima capa de agua a medio helar) y un bocinazo. El camión se salió de su carril, pasó por encima de un motorista que estaba en el otro como un gigante aplasta a una hormiga y se lanzó contra la pared de ladrillos del viejo Centro Penitenciario.

Más tarde, Lucía se convenció a sí misma de que, si Juan hubiera seguido caminando en vez de pararse a esperarla, habría sobrevivido. Pero no lo hizo, y quedó atrapado entre el ardiente motor de un camión de 8 toneladas y una pared de ladrillos de medio metro de grosor. Los médicos le habían dicho que Juan había muerto al instante. Pero ella le había oído gritar, y mientras gritaba se le había hecho pedazos el alma. De eso hacía ya más de un mes, pero aún no había conseguido sacarse aquella imagen de la cabeza. Miró el reloj. Eran las nueve de la noche. Decidió ver un rato la tele, en la que sólo aparecían políticos parloteando de las bondades que traería votarles en las generales.

Y allí estaba él, en el plató, con los intestinos colgándole de un horrible tajo en el estómago. Tenía el cráneo machacado y la ropa hecha jirones. La sangre que le goteaba del brazo aplastado goteaba encima del sillón de uno de los colaboradores. Lucía chilló de pánico, y chilló hasta que sus cuerdas vocales se rompieron y saltaron por la boca. Una vez fuera, se transformaron en enormes serpientes negras de aspecto poco amistoso. Ella quería gritar, pero no podía, sus cuerdas vocales estaba reptando encima de la alfombra.

Entonces dio un respingo en el sillón de la salita. Se había quedado dormida viendo aquel ridículo debate. Ya eran las tres de la mañana y a los políticos les había sustituido una mucho más fiable pitonisa. ¿O era un hombre? Daba igual. Apagó la tele y se levantó para meterse en la cama.

Cuando llegó al pasillo, la bombilla se apagó. Pensó que era un apagón, hasta que empezó a brillar el espejo que estaba encima del aparador. Era un espejo enorme, heredado de casa de su abuela. Lucía se le acercó cuidadosamente. Y se asomó a él. En el momento en que pudo ver su interior, el espejo se volvió opaco y la luz de la bombilla volvió a brillar. Le pareció que se movía algo al final del pasillo, pero cuando se giró no vio nada. Volvió a mirar al espejo, y esa vez vio que la reflejaba a ella. Pero no como un espejo normal, sino como si estuviera siendo observada desde el otro extremo del pasillo. Volvió a mirar a su propio pasillo. Nada otra vez. Pero cuando se giró de nuevo hacia el espejo, vio que en vez de ella, en medio del pasillo estaba una figura encapuchada, cubierta con una tela negra que no revelaba su identidad.

Un escalofrío recorrió su espalda, desde el cuello hasta el coxis. Sabía quién era aquella figura. Y más claro lo tuvo cuando esta se quitó la capucha y dejó ver una melena rubia, rizada, “como la de Roger Daltrey”, como solía bromear ella. Lanzó un grito y el hombre se giró hacia ella. Empezó a caminar, lentamente, hacia lo que él veía como final de un pasillo y ella como su espejo. Entonces, Lucía supo que tenía que romper el cristal. Debía hacerlo si no quería que aquella cosa entrase en su casa. Buscó con la mirada algún objeto cerca de ella, y encontró un paraguas dentro del paragüero. Lo agarró por la tela y golpeó el espejo con la empuñadura. Al otro lado, el hombre gritó y echó a correr hacia ella. Pero el segundo golpe acabó de destrozar el espejo, y los pedazos se cayeron por el suelo. Lucía respiró tranquila. Todo su cuerpo estaba en tensión. Respiraba agitadamente. Poco a poco, se fue calmando. La luz volvió. Por fin, reanudó la marcha hacia la habitación. Estaba agotada. Pensó que pediría el día libre, porque si no podría dormirse en medio de la oficina. Al fin y al cabo, su jefa no pondría objeciones. Nunca lo hacía desde el accidente.

-Lucía. Ven conmigo. Te estoy esperando.

Una voz rota, susurrante y terrible sonó tras ella. Aún más terrible sabiendo que era de él. Se giró y allí lo vio, igual que en el plató del debate. Tendría que haberle dado un paraguazo también al televisor. Vio que había dejado un rastro de sangre por el suelo, que salía del salón y llegaba hasta ella. Y, antes de volver a gritar y encerrarse en el baño, pensó “eso tendré que fregarlo, cerdo”.

Lucía cerró la puerta del baño con pestillo. Él se acercaba por el pasillo, podía sentirlo. Y entonces, se dio cuenta de que en el baño, a su lado, también había un espejo. Entraría por ahí si no se lo impedía. Aún no había soltado el paraguas, por suerte. Le asestó un golpe en el centro, y de las grietas en la impoluta superficie empezó a manar sangre. Lanzó el enésimo chillido de la noche, acompañado esta vez con una involuntaria fuga de orina que bajó por los pantalones hasta los zapatos, y volvió a golpear el vidrio. En el segundo golpe se resquebrajó y algunos fragmentos cayeron al suelo. En el tercero, al mismo tiempo que más trozos se caían, un cuerpo golpeó la puerta. Pum. Ella soltó el paraguas y se acurrucó en el hueco entre el váter y la bañera. No veía ninguna vía de escape. El baño no tenía ventanas, y la puerta estaba ocupada por aquella cosa. Pum, pum, pum. En el suelo brillaban los trozos del espejo. Y entonces, un pensamiento iluminó su mente. Cogió uno, de borde afilado, y se hizo una cruz en cada muñeca. Y mientras la sangre manaba de sus cortes, ella pensó “espérame, Juan”.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Carolina III

¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas! ¡Elefantes y humanos! Pasen y vean un milagro...¡a Carolina!

Vuelvo a pedir perdón por tardar tanto, pero... ¡aquí está!

Un hombre corría hacia ella. Carolina ya lo había visto antes, y no le gustaba cómo la miraba, igual que ella miraba los regalos de los Reyes Magos antes de abrirlos, queriendo saber lo que había dentro, con ganas de abrirlos. Llevaba una larga gabardina marrón, con un par de manchas de algún líquido rojo, ya secas, que no le gustaron nada a la niña. No supo cómo reaccionar, así que echó a correr por el larguísimo paseo del río, pidiendo ayuda a gritos. Pero nadie le hacía caso, nadie la escuchaba, nadie la salvaba de aquel hombre.

De repente, se sintió caer. Había tropezado: alguien le había puesto la zancadilla. Cuando levantó la vista, vio a Laura, a su Laura, riéndose de ella y chillando “¡Ya la tienes, corre! ¡Corre o escapará!” El hombre de la gabardina la oyó y se echo a reír también. Su risa era cruel y profunda, la risa de alguien que quiere hacer daño. Carolina se levantó y corrió unos metros antes de sentir un impacto en la espalda. Ahora Laura le había tirado una piedra en la espalda. Seguía riéndose, y le lanzó otra antes de que el hombre pasara a su lado, aún persiguiéndola. La segunda piedra la golpeó en la sien y la hizo caer, con lo que el hombre de la gabardina saltó sobre ella. Mientras saltaba, la gabardina se abrió y Carolina vio que no llevaba nada debajo. Donde sí que llevaba algo era en la mano: un cuchillo. Al caer sobre Carolina, desnudo, le clavó el cuchillo en un ojo. Ella chilló de dolor, se retorció y se despertó.

Estaba sudando y gritando. Miró a su alrededor: estaba en su habitación. Se relajó. Alargó el brazo hacia el interruptor de la luz para encenderlo cuando, de repente, supo que no funcionaba. Ni siquiera lo había intentado, pero estaba segura de ello. Igual que estaba segura de que había Algo en aquella habitación. Olía raro, y notaba el calor de Algo más. Carolina no se movió y empezó a susurrar “Papá, mamá, papá, mamá, ayudadme”. Pero ese Algo, Eso, la estaba escuchando. Y Eso le habló, y algo en su interior se sintió halagada porque aquella grandiosa (terrible, si, pero grandiosa) criatura la hubiera elegido a ella entre todos los niños del mundo para aterrarla y devorar su alma:

-Ni siquiera lo intentes, amiguita. No te oyen. Solo estamos tú y yo. Y sabes que no puedes escapar. Voy a devorarte, vas a gritar y yo voy a reírme mientras llevo tu alma con los fuegos fatuos, y a arrancarte los –la voz sonaba cada vez más alta: Eso estaba eufórico- brazos y las piernas y a mandarte con todos los demÁS, NO LO DUDES, PORQUE TÚ ERES MI VÍCTIMA!-y se rió, y la risa le dio más miedo a Carolina que el hombre desnudo, y que la oscuridad en la que estaba sumida.-¡PREPÁRATE A MORIR!

Y Carolina chilló, como Eso había predicho, mientras se adueñaba de su cuerpo y su alma y la destruía, y ella se despertaba otra vez.

Aquella vez fue la definitiva. Lo sabía, porque estaba en su cama, porque al encender la luz pudo hacerlo, porque estaba sola en su cuarto. Se levantó, salió de su habitación y se dirigió hacia la de sus padres. Aunque la casa era enorme, ellos habían querido dormir cerca suyo, por si pasaba algo, y ahora mismo Carolina se lo agradecía, porque no quería ir por los pasillos a oscuras. Se metió en el gran dormitorio y se subió a la cama. Su madre ni siquiera reaccionó, pero su padre sí.

-¿Qué pasa? ¿Te encuentras bien, Caro?

-No puedo dormir, he tenido una pesadilla. Perdón por despertarte, papá.

-Tranquila, tesoro. ¿Quieres dormir con nosotros?

-¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Gracias, papi!

-¡Shhh! Vas a despertar a tu madre… Anda, sube.

-No, cariño, si ya estoy despierta. ¡Como te agarre, te voy a hacer unas cosquillas que te vas a enterar!

Y mientras su madre y su padre le hacían cosquillas y le daban besos, Carolina reía y pensaba que allí, ni el hombre del cuchillo, ni Eso, ni nadie podría alcanzarla.


Ya de paso, aprovecho para felicitar a alguien muy especial, que hoy 
cumple añitos... ¡Felicidades, Sanders! Un besazo de tu elefante favorito:

¡Nominado a los Best Blog Awards 2014!

¡Muy buenas! Tranquilos, elefantes, no me han raptado unos turistas de safari...aunque viendo que me he pasado una semana sin aparecer, podría haber pasado algo así perfectamente. ¿Qué tal lleváis lo de que a las seis sea de noche? ¡Porque yo fatal!

No, tampoco esta vez traigo a Carolina (esta niña se me resiste), aunque espero terminar otra entrega para esta noche como muy tarde. El problema es que todas las historias que se me ocurren con ella son para cuando sea más mayor, así que... de momento nada (sorry). Pero bueno, vayamos al grano.

Lurei Book, de La Sombra de tus Ojos, me ha nominado a los premios Best Blog Awards 2014. Éstos se entregan a aquellos blogs que, con su labor, aportan nuevas ideas, y que tengan menos de 200 seguidores (casi los que tengo yo, ¿eh? Jajaja). Los requisitos son:

1. Agradecer al blog que te nominó y seguirlo.
2. Contar 11 cosas sobre ti.
3. Responder las 11 preguntas y dejar unas nuevas.
4. Visitar al resto de blogs premiados.
5. Nominar a otros 11 blogs de reciente creación o con menos de 200 seguidores (parte que veo muy imposible).

¡Bueno, vamos al tema!

11 cosas sobre mí

1. Me encanta Grace Kelly. Es mi musa, básicamente.

2. Odio que cancelen una serie que me gusta, como hicieron con Revolution. Como todo el mundo, supongo.

3. También odio los anuncios de Spotify. Me sacan de quicio, sobre todo si estoy cantando a pleno pulmón (y mal) la letra de alguna canción de Blondie y me cambian a la espectacularmente atómica Debbie Harry por el nuevo disco de Abraham Mateo, o peor... ¡Cantajuego!

4. Últimamente estoy viendo bastantes animes, generalmente por recomendación de mis amigos. Ahora mismo tengo empezados Toradora, Soul Eater y Death Note.

5. Me encanta ir a las típicas vacaciones en las que la rutina diaria es desayunar, ir a la playa, comer, más playa, meterse en la piscina climatizada del hotel cuando el mar está demasiado frío (o mejor dicho, menos caliente que el agua de la propia piscina), cenar y dormir. Lo que vienen siendo vacaciones de relax. Este año fui a Menorca y me vino de perlas para desconectar con todo.

7. Nunca me había planteado si me gustaban o no los elefantes hasta hace dos años, cuando escribí "El último viaje del elefante" para clase de Lengua (texto que he reciclado para una exposición oral de Francés y también para subir aquí)

8. Me chifla Grace Kel...estoooo... tocar música en compañía: de hecho, se me hace aburrido tocar solo, pero cuando es con alguien me lo paso como un enano.

9. Adoro los animales, ellos junto con los libros son los seres que más admiro, nunca te criticarán y siempre darán lo mejor de ti (esta se la copio a Lurei, pero es que estoy tan de acuerdo...).

10. Carolina se llama así porque es como me encantaría llamar a mi hija. Adoro ese nombre, y el de Laura también.

11. Y para acabar, me encantan los videojuegos de Zelda. 

Y ahora las preguntas de Lurei

1. ¿Qué género te gusta más a la hora de leer un libro?

Elegir uno es difícil, pero tiro más por la línea de la fantasía, la ciencia ficción y el terror.

2. ¿Cuál es tu serie de televisión favorita?

Futurama. Lo tengo clarísimo. Me encanta Zoidberg, nunca sabes por dónde va a salirte, aunque no le quito mérito al gran Bender Bending Rodríguez.

3. ¿En qué idioma lees?

En español, excepto los libros obligatorios de Francés e Inglés en el insti. Libros que acaban siendo leyenda urbana, así que casi podría decirse que en español.

4. ¿Te gusta dibujar?

Me encanta dibujar chorradas en libretas, libros y agendas...pero solo cuando estoy en clase. ¡Y no son precisamente obras maestras! Pero oye, entretiene.

5. ¿Por qué te creaste un blog?

Pues básicamente porque Lurei (la nominadora) y Lucy (de El Sueño de Thyra) insistieron, como ya he dicho en alguna ocasión, y tenía alguna cosilla escrita, así que...Why not? Y la verdad es que no me arrepiento lo más mínimo.

6. ¿Lees ebooks? ¿Que dispositivo utilizas para leerlos?

Los leía. Mi tía me regaló uno en Navidad hace años, pero ahora sólo leo en papel o en el ordenador. ¿Por qué? Pues veréis, en mi casa existe un gran misterio universal comparable a "¿Cuál es el objetivo de la vida?" o "¿Existe el Más Allá?" y es "¿Dónde demonios está el cargador del ebook?"

7. ¿Tienes mascotas? ¿Cuáles?

No. Tenía una gata, Bam-Bam, que nos encontramos abandonada en el pueblo, y que, después de infestarnos la casa de pulgas y tenernos un año y medio babeando por ella, murió sacrificarla en la víspera de Nochevieja hace tres años, porque tenía problemas en los riñones (y 17 añazos, que es una edad muy respetable para un gato). Me acuerdo de que, en los fines de semana, antes de que se levantara mi familia, yo me ponía a ver la tele en el sofá y se me subía al regazo. Te echo de menos, Bambi.

8. ¿Te gusta el deporte? ¿Cuál?

Pues la verdad es que casi ninguno. Hago Kárate, y eso es todo, la verdad.

9. ¿Te dejas llevar más por las portadas de los libros o por las sinopsis?

Las portadas me hace fijarme en el libro y las sinopsis me dicen si merece la pena. Normalmente, si la portada no es llamativa, no me fijo en el libro (craso error).

10. ¿Cuál es el libro que más te ha decepcionado? ¿Y el que más te ha sorprendido?

El que más me decepcionó fue (no me matéis) El Señor de los Anillos. Ya había visto las películas e incluso había jugado al videojuego, así que me llamaba muchísimo como novela y me llevé una enorme decepción, puesto que es el único libro que he empezado y no he terminado debido a que se me hacía eterno y su lenguaje me aburría soberanamente. No aguanté ni hasta las Minas de Moria. 
Y los que más me han sorprendido han sido, sin duda, dos:

  • Memorias de Idhún, de Laura Gallego. Me los regalaron cuando tenía siete años (¿o eran ocho?) y ni los miré hasta el año siguiente, que me dio por ojear un poco los primeros capítulos de La Resistencia y en menos de una semana me los había terminado.
  • Del material del que están hechos los sueños, de Elizabeth Eulberg. Me parecía la típica novela de amor adolescente cutre, pero en cuanto lo empecé me enganchó y me lo acabé en aquella misma tarde. Probablemente, es el libro que más me ha gustado y más me ha llegado de todos los que he leído. Me lo prestó una amiga hace año y medio y...sólo diré que lo tengo al lado del ordenador ahora mismo.

11. ¿Qué estudias?

¡El examen de Historia! Estudio 4º de la ESO, y he escogido la rama científica (de momento).

Y sobre nominar blogs...bufff. Me da que esa parte va a ser como yo un domingo a las nueve. Es decir, con existencia nula. 

¡Y esto es todo por ahora! De verdad que subiré algo en menos de dos días. ¡Palabra de elefante!

sábado, 8 de noviembre de 2014

Rainbow Rising

¡Muy buenas, paquidermos! Hoy os traigo una idea que se me ocurrió gracias a una amiga que se llama Lucía. Tranquilos, Carolina está en proceso, y mañana subiré algo nuevo con toda probabilidad. De momento... ¡aquí os dejo con Rainbow Rising!

Volar como un arcoíris...

El rey se asomó al ventanal de sus aposentos. Desde ahí veía el panorama de toda la ciudad, desde la montaña de plata que era el zigurat de Marduk, hasta las puertas. Nabucodonosor, su padre, había estado orgulloso de los monumentos de la ciudad, incluso del mausoleo bajo el cual ahora descansaba, rodeado de fría piedra. Había tenido una larga vida, pero el veneno acababa con todos los hombres, como bien sabía ahora su hijo. Cuando supo de la noticia, se encerró con una de sus concubinas toda la noche para celebrarlo. Después había ordenado a aquella pobre desgraciada de ojos de arcoíris que se quedaba cautivada al verle que fuera a su casa y no saliera en unos días. Gracias a aquella orden, también podía asegurar que el fuego acababa con los hombres tan bien como el veneno si se quema en los lugares adecuados, y que los guardias de su padre eran muy competentes. Habían atrapado al arcoíris y lo habían destruido, le habían cerrado los ojos, como ella había hecho aquella noche cuando él se desnudó. Sacudió la cabeza. Aquella adivina de poca monta era parte del pasado, como su padre. Él era la sangre nueva que aquella ciudad necesitaba, y no podía dejar escapar aquella oportunidad. Ahora tenía el poder. ¡El PODER! Ni los astrólogos de los templos, ni los generales, ni los ministros. Él tenía el poder supremo. Él se sentaba en el templo del rey. Estaba satisfecho.

De repente, oyó ruidos fuera. Pasos que se encaminaban hacia la puerta. Escuchó un “¡Me rindo!” y el sonido del metal contra el metal. “No puede estar sucediendo aquí” pensó, y corrió a esconderse al mismo tiempo que las puertas de su área privada se abrían de un golpe y dos soldados con espadas ensangrentadas entraban en sus aposentos. Demasiado rápido, pues le vieron meterse debajo de la cama. Uno le agarró del pie y el otro le gritó “¡Ve a correr con los lobos!”. “Paganos del dios Oannes”, fue lo último que pensó antes de que le clavaran la espada. Todo se puso negro. Y antes de morir, lo último que vio fue una luz en la oscuridad.


Rainbow fue una banda de heavy metal de los años 70-80
 fundada por el guitarrista Ritchie Blackmore, ex de Deep Purple

lunes, 3 de noviembre de 2014

Carolina II

¡Hola, elefantes! ¿Habéis tenido un buen Halloween? ¡Espero que sí!
Disculpad la dejadez, pero entre los exámenes y la mejor fiesta del año no he tenido tiempo de subir nada nuevo. De todos modos, aquí traigo la segunda parte de la historia de Carolina. Ha crecido un poquito y acaba de llegar al cole...¡Disfrutadla!

El padre de Carolina la ayudó a bajar del coche. Ella le dio la mano, y entraron juntos en el colegio, un gran edificio de ladrillo lleno de gente. Todos los niños que estaban allí le parecían muy mayores a Carolina, hasta que cruzaron el patio principal y entraron en otro recinto vallado: la zona de infantil. Allí los niños eran mucho más bajitos, de su tamaño... Y de una edad más parecida a la suya. En su mayoría aparentaban los cinco años que tenían. Ella estaba impresionada. Nunca había visto a tanta gente de su edad junta. Mientras los miraba, distraída, su padre le señaló a una mujer joven, de pelo rubio y ojos azules, que llevaba una larga bata blanca y estaba rodeada de niños, algunos con sus madres, otros con sus padres, pero ninguno solo.

-Esa es tu profesora. Pórtate bien con ella. Se llama Celia y aquí tienes que obedecerla, porque mamá y papá no están. ¿Vale?

-Vale, papi. ¡Mira, esa es Silvia! ¡Y el tío Guillermo!

Silvia era la hija del socio de su padre, Guillermo. Ellos llevaban juntos desde los 13 años, y eran íntimos amigos, así que las niñas se conocían desde pequeñas. Carolina y ella empezaron a jugar juntas mientras sus padres se saludaban y empezaban a hablar de la última creación de un tal Esifen Kin. Resultaba curioso que Silvia le sacaba una cabeza a Carolina, pero su padre era una cabeza más alto que Guillermo. Entonces, de repente, sonó un ruido muy fuerte y su padre la acompañó a la puerta de un edificio. El ruido salía de una especie de timbre enorme. A Carolina no le gustó, y se lo dijo a su padre. Tanto él como Guillermo se echaron a reír y este último comentó algo sobre un sitio llamado “Instituto”. Como todavía no era la hora de entrar en clase, Silvia arrastró a Carolina hasta un chico que estaba hablando con su madre. Se llamaba Mario y era vecino de Silvia, así que se conocían. A Carolina le cayó bien y en menos de dos minutos estaban corriendo y jugando al pilla-pilla por el patio.

Mientras escapaba de Silvia, un tiempo después, Carolina vio a una niña de pelo castaño claro, hasta la cadera, ojos marrones y piel clara. Se quedó impresionada y, sin darse cuenta, echó a correr aún más rápido, sin dejar de mirarla. Le parecía guapísima. Era guapísima. Entonces, sin querer, tropezó y cayó hacía delante, encima de la chica. Las dos chocaron y se cayeron al suelo, aunque ninguna se hizo daño. La otra chica -aún más alta que Silvia- se puso en pie y ayudó a Carolina a levantarse mientras decía:

-¡Lo siento mucho! No te he visto... Perdón. Me llamo Laura, ¿y tú?

-Yo soy Carolina y ellos son mis amigos, Silvia y Mario-dijo mientras varios padres se acercaban para comprobar si estaban bien, entre ellos la madre de la chica. Carolina no quería separarse de ella, así que se le ocurrió una idea.-¿Quieres jugar con nosotros?

Y los cuatro siguieron corriendo, juntos, hasta que Guillermo les llamó para que volvieran a acercarse a la maestra. Cuando los vio llegar, la joven empezó a hablar.

-Buenos días, chicos. Yo me llamo Celia y a partir de hoy, seré vuestra profesora. Voy a enseñaros nuestra clase. Seguidme, por favor.

Carolina estaba nerviosa. Nunca antes se había quedado sola sin sus padres, al menos desde que tenía memoria. Le dio la mano a Silvia, ella a Mario, él a Laura y los cuatro subieron juntos por la escalera, detrás de la profesora, mientras sus padres les decían adiós con la mano.